
lunes, 26 de diciembre de 2016
¿Es justa y social la Justicia Social?
Rafael J. Avila D.
Esta reflexión nace de una conversación con un gran amigo, como hermano, además profesor universitario de Ética de una prestigiosa institución caraqueña (que no es cualquier cosa), ambos interesados en conciliar políticas y teorías económicas con nuestra fe católica, defensora de la Libertad y Dignidad Humana.
La discusión con este entrañable amigo, me animó a escribir esta humilde reflexión.
La ignición del asunto está en una frase de la carta encíclica Centessimus Annus, en la que Su Santidad Juan Pablo II, exhorta a la sociedad a entender la importancia de que el trabajador disfrute de un salario suficiente. Creo que nadie estaría en desacuerdo con lo loable de este propósito.
Ahora, tratemos de reflexionar cómo logramos esto. Recordemos que la intención de mi amigo y yo es en todo momento tener nuestra consciencia tranquila, pues ante todo, somos cristianos católicos; de forma desinteresada, con la mejor de las intenciones, queremos conciliar teoría económica con nuestra consciencia, con nuestra fe católica. La economía, y así la política, están para servir a la persona, y no al revés.
Antes de ello, creo importante definir y comentar en torno a dos conceptos: salario suficiente y salario justo.
Salario suficiente y Salario justo
¿Habrá manera de calcular el salario suficiente de cada quién? Creo que no. ¿Podrá saber alguien cuánto es el salario suficiente de otro? Creo que no, y por una condición natural: somos de mente limitada. Humanamente no es posible tener, poseer, captar, manejar, toda la información necesaria y suficiente, presente y futura, para poder calcular objetivamente el salario suficiente de un tercero. Si esto es cierto, por lo tanto, sólo la misma persona puede conocer mejor esta información y decidir el salario que en un momento es suficiente para ella.
¿Será suficiente un salario que sólo cubra el alimento, vestido y servicios básicos del mes? o, ¿Por qué no mejor uno que alcance para además de ello, adquirir un vehículo por cuotas? Pero, ¿Cuál vehículo? ¿Uno pequeño porque si es grande y lujoso ya sería más que suficiente? ¿Por qué no? ¿Por qué sí? ¿Y si la familia está a dieta, ingiere menos alimentos, podemos reducir lo que sería un salario suficiente? ¿Y si compra salmón? ¿O ya sería eso superior al suficiente?... Ya el cálculo se nos complicó, ¿cierto?
Por supuesto un trabajador podría tratar en una negociación de obtener más que su salario suficiente, pero ya allí entramos en un tema ético. De igual forma podría tratar un patrono en una negociación de pactar un salario menor que el suficiente del empleado. Pero de nuevo, hay un problema ético. Sin embargo, creo que hay forma de regular esta situación, o el aparecimiento de esta situación: permitiendo que se auto regule. ¿Y cómo se lograría esa auto regulación? En breve lo abordaremos...
Ahora acerca del salario justo: ¿Habrá manera de objetivamente calcularlo? ¿Justo para quién? Depende de a quién le preguntemos. Si le preguntamos al trabajador, muy probablemente dirá que mientras más elevado, más cuantioso, más justo será. En cambio, si le preguntamos al patrono, con alta probabilidad dirá que mientras más bajo, más justo será. ¿Y entonces? ¿El justo será el punto medio? Creo que no necesariamente será ese. Entonces, ¿Cómo lo definimos? ¿Quién lo define?
Vías para definir el salario
Planteo una primera vía: el gobierno define el salario suficiente y justo.
La primera reflexión es, ¿Podrá el gobierno, es decir, los funcionarios de turno, no olvidar, personas, tener toda la información necesaria y suficiente, presente y futura, para conocer y determinar el salario suficiente y justo de cada uno de los miles y miles de trabajadores? Mi intuitiva respuesta es que no, porque aunque pudiera tener más y mejor información que otros, nunca la tendrá absoluta, pues también son humanos, igual que nosotros, los que no somos gobierno.
Si a pesar de esta natural limitación, de la que no hay que sorprenderse ni lamentarse, el gobierno decide dar el paso y definir un salario determinado como suficiente y justo, simplemente será una imposición. Si decide colocar un monto único y específico, igual para todos los casos, pues simplemente será injusto; suficiente posiblemente para algunos casos, insuficiente para otros. Y además tendrá que revisarlo con frecuencia, pues la inflación, generada por el mismo gobierno, se "comerá" el poder de compra de ese salario afectando el bienestar del trabajador. Y aunque imaginemos que se define un salario como justo para cada profesión, seguirá siendo injusto, pues aun siendo de la misma profesión, cada persona es diferente. Si ahora nos ponemos en la posición de la empresa contratante, también será injusto, pues tal vez algunas podrán pagarlo y tal vez otras no.
Es como tratar de ir en contra de una condición natural, que es todos somos diferentes; iguales en Dignidad, pero diferentes en talentos, en inteligencia y voluntad. Seguir por este camino es caer en la fatal arrogancia de creer que se posee todo el conocimiento necesario para hacer ese preciso cálculo; cosa simplemente imposible, pues el conocimiento es disperso.
Esta situación se da cada vez que el gobierno establece su política laboral, o leyes laborales: salario mínimo, inamovilidad laboral, entre otras medidas; que aunque tengan las mejores intenciones, terminan imprimiendo rigidez al mercado laboral, lo que se traduce en "des-estímulo" a emplear personas, causando desempleo. Son leyes que protegen tal vez a la persona que ya está disfrutando de un empleo, pero que seguramente perjudican a quien sale a la calle a buscar trabajo. Ganan los que ya están empleados y el gobierno (políticamente), y pierden los que están desempleados y quieren trabajar.
Planteo una segunda vía que intente resolver el punto de la definición del salario justo y suficiente: se sientan a negociar el patrono y el empleado.
Bajo la óptica de quién tiene mejor información y conocimiento (aunque no sea absolutamente completo), para saber el salario que para sí es suficiente, diríamos que sólo el trabajador sabe mejor el monto que en un momento es suficiente para cubrir su costo de vida, y además que le permita ahorrar para sus planes futuros. También podemos decir que, del lado del patrono, sólo la empresa tiene el mejor conocimiento, aunque naturalmente incompleto, para saber cuál es el salario que puede ofrecer a un potencial empleado; el salario que considera justo y conveniente, el que no le afecta.
De esa negociación, si se da el acuerdo, resultará un salario: ¿Será justo? ¿Será suficiente? No me atrevo a aseverarlo categóricamente, pues también soy humano, y trato de no caer en la arrogancia. Pero creo que sí puedo decir que pareciera que sería más justo y más cercano al suficiente que si lo fija o impone el gobierno. ¿Por qué? Por la sencilla razón de que quienes lo pactaron son los dolientes directos y los que manejan de mejor forma el conocimiento necesario para llegar al acuerdo.
Si se generaliza esta situación, considero que con mayor probabilidad se reduciría el desempleo, alcanzando quizás el tan anhelado pleno empleo.
Ahora pensemos un poco en esa negociación patrono-empleado. Qué importante es que a la mesa de negociación ambos se sienten sin estar coaccionados; es decir, que negocien de forma libre y voluntaria. Si ese acuerdo se alcanza de manera libre y voluntaria, sin que una parte obligue (coaccione) a la otra, podríamos decir que ambas partes salen ganando, pues si así no lo sintieran, si no estuvieran satisfechas, pues simplemente no llegarían a un acuerdo. Lo recuerdo: sólo si es libre y voluntaria la negociación.
Esta condición ya hecha por tierra aquella antiquísima idea de que en todo acuerdo necesariamente hay un ganador y un perdedor.
También es cierto que es casi imposible que en esa negociación ambas partes tengan exactamente el mismo poder para negociar. Alguna tendrá más poder que la otra: en ocasiones el patrono, en ocasiones el empleado. Con frecuencia se ve al empleado como el débil en esta negociación; como la parte desvalida. Y esa razón suele justificar que personas de buen corazón y buena voluntad, se pongan de parte del empleado, apoyando cualquier medida o política de gobierno que "equilibre" esa condición de desventaja que tiene el empleado negociando con su patrono. Ni siquiera pensemos en quién protege a la empresa si la situación fuera la contraria; una en la que el empleado tenga mayor poder para negociar. Reflexionemos sobre la situación en la que el empleado es el débil en la negociación.
Podríamos decir que siempre el patrono tendrá más poder para negociar que el empleado, y asumamos que aprovechándose de esta ventaja el patrono impone lo que le es conveniente: un salario bajo, tan bajo que es insuficiente desde la óptica del empleado.
Entonces, ¿Cómo protegemos al empleado para que no le ocurra esto?
Lo primero que llega a la mente es que si tanto el empleado como el patrono quisieran ser éticos y moralmente correctos, y se reconocieran el uno al otro como personas, con Dignidad, hijos de Dios, no tratarían de perjudicar a la contraparte, alcanzando acuerdos satisfactorios para ambos. Esta situación es la ideal, es la mejor. Pero dada la crisis de valores que vivimos actualmente, tal vez esperar que esto ocurra así en todas las negociaciones nos defraudaríamos al ver los resultados. Esta es una solución de largo plazo, una lucha que nunca hay que dejar de dar: que en nuestra sociedad reinen los valores, la moral, la ética.
Pero, ¿Cómo podemos hacer en las circunstancias actuales de crisis de valores, para que los acuerdos lleguen a ser lo mejor posibles para ambas partes y en especial para el empleado?
Hay quienes propondrían que, dado que siempre el patrono tendría ventaja y el empleado está desvalido, y si dejamos que esta negociación se dé libremente, el empleado saldría derrotado recibiendo unos beneficios inconvenientes, se justifica, ante esta "falla de mercado", que el gobierno intervenga regulando la relación laboral con sus políticas para este sector. Pero resulta que persiguiendo ese anhelo de protección al empleado, con la mejor de las intenciones, termina ocurriendo lo que ya comentábamos más arriba y por las razones que exponíamos: peores condiciones para el trabajador, desempleo, salarios injustos. Es decir, terminamos sustituyendo una "falla de mercado" por una "falla de gobierno".
Entonces, ¿Qué nos queda? ¿Está el empleado condenado a vivir derrotado?
¿Cómo podemos hacer para que el empleado tenga mayor poder de negociación con su potencial patrono, que de alguna manera incentive, asegure, mejores resultados? Es decir, ¿Cómo podría llegar a obtener beneficios más justos?
La respuesta pareciera estar en que lo primero que nosotros debemos garantizarnos, propiciar, propugnar, como sociedad, es que esa negociación patrono-empleado sea libre y voluntaria, sin coacción, por aquello de que los acuerdos que se alcancen serán aquellos en los que ambas partes sienten que ganan, están satisfechos. Y luego, habría que apoyar esto con algo que le dé más poder al empleado en la negociación.
Conclusión
Si ya sabemos que la vía no es mayor regulación, imposición, por parte del gobierno, nos queda reflexionar sobre esta: que haya cada vez más y más empresas demandando los servicios de este trabajador; así, con un empleado que tenga más opciones de donde escoger, tendrá la oportunidad de seleccionar aquella que mejores beneficios y condiciones laborales ofrezca, según su criterio. De esta forma, generalizándola, y con el paso del tiempo, tendremos más y más trabajadores satisfechos, recibiendo salarios "suficientes" y "justos". Y los empleadores sabrán que si desmejoran o maltratan al empleado, este simplemente se les va a otra de las tantas opciones que tendrá. Así que debe ser una relación armoniosa, de ganar-ganar.
Por lo tanto, como sociedad debemos velar porque nuestros gobiernos, y exigirles, apliquen políticas que incentiven la creación de empresas, y por lo tanto empleos, y la competencia entre estas. Así, los trabajadores resultarán beneficiados, y los que salen a buscar empleo, conseguirán más rápido.
Entonces, visto lo anterior, podemos preguntarnos: ¿Es justa y social la Justicia Social? Entendiendo esta como la serie de condiciones que impone el gobierno a la sociedad, y que pretenden dar "protección" al trabajador, creo que lamentablemente la respuesta es que no es justa. Es una imposición en la que a unos les hacen creer que ganan, cuando realmente son perdedores: los trabajadores, sus familias y la sociedad en general en el largo plazo.
Por lo tanto, ¿Cuál parece ser el arreglo que propicie una mayor "justicia social"? ¿Cuál es la mejor protección que podemos tener los trabajadores? ¿Cómo podríamos abonar para dar cumplimiento a esa sana petición que nos hace nuestro queridísimo San Juan Pablo Magno? Creo que la respuesta está en no más fallas de gobiernos, sino en propiciar un entorno en el que haya cada vez más y más acuerdos libres y voluntarios, y más y mejores opciones para que los trabajadores tengamos de donde elegir.
Esta reflexión nace de una conversación con un gran amigo, como hermano, además profesor universitario de Ética de una prestigiosa institución caraqueña (que no es cualquier cosa), ambos interesados en conciliar políticas y teorías económicas con nuestra fe católica, defensora de la Libertad y Dignidad Humana.
La discusión con este entrañable amigo, me animó a escribir esta humilde reflexión.
La ignición del asunto está en una frase de la carta encíclica Centessimus Annus, en la que Su Santidad Juan Pablo II, exhorta a la sociedad a entender la importancia de que el trabajador disfrute de un salario suficiente. Creo que nadie estaría en desacuerdo con lo loable de este propósito.
Ahora, tratemos de reflexionar cómo logramos esto. Recordemos que la intención de mi amigo y yo es en todo momento tener nuestra consciencia tranquila, pues ante todo, somos cristianos católicos; de forma desinteresada, con la mejor de las intenciones, queremos conciliar teoría económica con nuestra consciencia, con nuestra fe católica. La economía, y así la política, están para servir a la persona, y no al revés.
Antes de ello, creo importante definir y comentar en torno a dos conceptos: salario suficiente y salario justo.
Salario suficiente y Salario justo
¿Habrá manera de calcular el salario suficiente de cada quién? Creo que no. ¿Podrá saber alguien cuánto es el salario suficiente de otro? Creo que no, y por una condición natural: somos de mente limitada. Humanamente no es posible tener, poseer, captar, manejar, toda la información necesaria y suficiente, presente y futura, para poder calcular objetivamente el salario suficiente de un tercero. Si esto es cierto, por lo tanto, sólo la misma persona puede conocer mejor esta información y decidir el salario que en un momento es suficiente para ella.
¿Será suficiente un salario que sólo cubra el alimento, vestido y servicios básicos del mes? o, ¿Por qué no mejor uno que alcance para además de ello, adquirir un vehículo por cuotas? Pero, ¿Cuál vehículo? ¿Uno pequeño porque si es grande y lujoso ya sería más que suficiente? ¿Por qué no? ¿Por qué sí? ¿Y si la familia está a dieta, ingiere menos alimentos, podemos reducir lo que sería un salario suficiente? ¿Y si compra salmón? ¿O ya sería eso superior al suficiente?... Ya el cálculo se nos complicó, ¿cierto?
Por supuesto un trabajador podría tratar en una negociación de obtener más que su salario suficiente, pero ya allí entramos en un tema ético. De igual forma podría tratar un patrono en una negociación de pactar un salario menor que el suficiente del empleado. Pero de nuevo, hay un problema ético. Sin embargo, creo que hay forma de regular esta situación, o el aparecimiento de esta situación: permitiendo que se auto regule. ¿Y cómo se lograría esa auto regulación? En breve lo abordaremos...
Ahora acerca del salario justo: ¿Habrá manera de objetivamente calcularlo? ¿Justo para quién? Depende de a quién le preguntemos. Si le preguntamos al trabajador, muy probablemente dirá que mientras más elevado, más cuantioso, más justo será. En cambio, si le preguntamos al patrono, con alta probabilidad dirá que mientras más bajo, más justo será. ¿Y entonces? ¿El justo será el punto medio? Creo que no necesariamente será ese. Entonces, ¿Cómo lo definimos? ¿Quién lo define?
Vías para definir el salario
Planteo una primera vía: el gobierno define el salario suficiente y justo.
La primera reflexión es, ¿Podrá el gobierno, es decir, los funcionarios de turno, no olvidar, personas, tener toda la información necesaria y suficiente, presente y futura, para conocer y determinar el salario suficiente y justo de cada uno de los miles y miles de trabajadores? Mi intuitiva respuesta es que no, porque aunque pudiera tener más y mejor información que otros, nunca la tendrá absoluta, pues también son humanos, igual que nosotros, los que no somos gobierno.
Si a pesar de esta natural limitación, de la que no hay que sorprenderse ni lamentarse, el gobierno decide dar el paso y definir un salario determinado como suficiente y justo, simplemente será una imposición. Si decide colocar un monto único y específico, igual para todos los casos, pues simplemente será injusto; suficiente posiblemente para algunos casos, insuficiente para otros. Y además tendrá que revisarlo con frecuencia, pues la inflación, generada por el mismo gobierno, se "comerá" el poder de compra de ese salario afectando el bienestar del trabajador. Y aunque imaginemos que se define un salario como justo para cada profesión, seguirá siendo injusto, pues aun siendo de la misma profesión, cada persona es diferente. Si ahora nos ponemos en la posición de la empresa contratante, también será injusto, pues tal vez algunas podrán pagarlo y tal vez otras no.
Es como tratar de ir en contra de una condición natural, que es todos somos diferentes; iguales en Dignidad, pero diferentes en talentos, en inteligencia y voluntad. Seguir por este camino es caer en la fatal arrogancia de creer que se posee todo el conocimiento necesario para hacer ese preciso cálculo; cosa simplemente imposible, pues el conocimiento es disperso.
Esta situación se da cada vez que el gobierno establece su política laboral, o leyes laborales: salario mínimo, inamovilidad laboral, entre otras medidas; que aunque tengan las mejores intenciones, terminan imprimiendo rigidez al mercado laboral, lo que se traduce en "des-estímulo" a emplear personas, causando desempleo. Son leyes que protegen tal vez a la persona que ya está disfrutando de un empleo, pero que seguramente perjudican a quien sale a la calle a buscar trabajo. Ganan los que ya están empleados y el gobierno (políticamente), y pierden los que están desempleados y quieren trabajar.
Planteo una segunda vía que intente resolver el punto de la definición del salario justo y suficiente: se sientan a negociar el patrono y el empleado.
Bajo la óptica de quién tiene mejor información y conocimiento (aunque no sea absolutamente completo), para saber el salario que para sí es suficiente, diríamos que sólo el trabajador sabe mejor el monto que en un momento es suficiente para cubrir su costo de vida, y además que le permita ahorrar para sus planes futuros. También podemos decir que, del lado del patrono, sólo la empresa tiene el mejor conocimiento, aunque naturalmente incompleto, para saber cuál es el salario que puede ofrecer a un potencial empleado; el salario que considera justo y conveniente, el que no le afecta.
De esa negociación, si se da el acuerdo, resultará un salario: ¿Será justo? ¿Será suficiente? No me atrevo a aseverarlo categóricamente, pues también soy humano, y trato de no caer en la arrogancia. Pero creo que sí puedo decir que pareciera que sería más justo y más cercano al suficiente que si lo fija o impone el gobierno. ¿Por qué? Por la sencilla razón de que quienes lo pactaron son los dolientes directos y los que manejan de mejor forma el conocimiento necesario para llegar al acuerdo.
Si se generaliza esta situación, considero que con mayor probabilidad se reduciría el desempleo, alcanzando quizás el tan anhelado pleno empleo.
Ahora pensemos un poco en esa negociación patrono-empleado. Qué importante es que a la mesa de negociación ambos se sienten sin estar coaccionados; es decir, que negocien de forma libre y voluntaria. Si ese acuerdo se alcanza de manera libre y voluntaria, sin que una parte obligue (coaccione) a la otra, podríamos decir que ambas partes salen ganando, pues si así no lo sintieran, si no estuvieran satisfechas, pues simplemente no llegarían a un acuerdo. Lo recuerdo: sólo si es libre y voluntaria la negociación.
Esta condición ya hecha por tierra aquella antiquísima idea de que en todo acuerdo necesariamente hay un ganador y un perdedor.
También es cierto que es casi imposible que en esa negociación ambas partes tengan exactamente el mismo poder para negociar. Alguna tendrá más poder que la otra: en ocasiones el patrono, en ocasiones el empleado. Con frecuencia se ve al empleado como el débil en esta negociación; como la parte desvalida. Y esa razón suele justificar que personas de buen corazón y buena voluntad, se pongan de parte del empleado, apoyando cualquier medida o política de gobierno que "equilibre" esa condición de desventaja que tiene el empleado negociando con su patrono. Ni siquiera pensemos en quién protege a la empresa si la situación fuera la contraria; una en la que el empleado tenga mayor poder para negociar. Reflexionemos sobre la situación en la que el empleado es el débil en la negociación.
Podríamos decir que siempre el patrono tendrá más poder para negociar que el empleado, y asumamos que aprovechándose de esta ventaja el patrono impone lo que le es conveniente: un salario bajo, tan bajo que es insuficiente desde la óptica del empleado.
Entonces, ¿Cómo protegemos al empleado para que no le ocurra esto?
Lo primero que llega a la mente es que si tanto el empleado como el patrono quisieran ser éticos y moralmente correctos, y se reconocieran el uno al otro como personas, con Dignidad, hijos de Dios, no tratarían de perjudicar a la contraparte, alcanzando acuerdos satisfactorios para ambos. Esta situación es la ideal, es la mejor. Pero dada la crisis de valores que vivimos actualmente, tal vez esperar que esto ocurra así en todas las negociaciones nos defraudaríamos al ver los resultados. Esta es una solución de largo plazo, una lucha que nunca hay que dejar de dar: que en nuestra sociedad reinen los valores, la moral, la ética.
Pero, ¿Cómo podemos hacer en las circunstancias actuales de crisis de valores, para que los acuerdos lleguen a ser lo mejor posibles para ambas partes y en especial para el empleado?
Hay quienes propondrían que, dado que siempre el patrono tendría ventaja y el empleado está desvalido, y si dejamos que esta negociación se dé libremente, el empleado saldría derrotado recibiendo unos beneficios inconvenientes, se justifica, ante esta "falla de mercado", que el gobierno intervenga regulando la relación laboral con sus políticas para este sector. Pero resulta que persiguiendo ese anhelo de protección al empleado, con la mejor de las intenciones, termina ocurriendo lo que ya comentábamos más arriba y por las razones que exponíamos: peores condiciones para el trabajador, desempleo, salarios injustos. Es decir, terminamos sustituyendo una "falla de mercado" por una "falla de gobierno".
Entonces, ¿Qué nos queda? ¿Está el empleado condenado a vivir derrotado?
¿Cómo podemos hacer para que el empleado tenga mayor poder de negociación con su potencial patrono, que de alguna manera incentive, asegure, mejores resultados? Es decir, ¿Cómo podría llegar a obtener beneficios más justos?
La respuesta pareciera estar en que lo primero que nosotros debemos garantizarnos, propiciar, propugnar, como sociedad, es que esa negociación patrono-empleado sea libre y voluntaria, sin coacción, por aquello de que los acuerdos que se alcancen serán aquellos en los que ambas partes sienten que ganan, están satisfechos. Y luego, habría que apoyar esto con algo que le dé más poder al empleado en la negociación.
Conclusión
Si ya sabemos que la vía no es mayor regulación, imposición, por parte del gobierno, nos queda reflexionar sobre esta: que haya cada vez más y más empresas demandando los servicios de este trabajador; así, con un empleado que tenga más opciones de donde escoger, tendrá la oportunidad de seleccionar aquella que mejores beneficios y condiciones laborales ofrezca, según su criterio. De esta forma, generalizándola, y con el paso del tiempo, tendremos más y más trabajadores satisfechos, recibiendo salarios "suficientes" y "justos". Y los empleadores sabrán que si desmejoran o maltratan al empleado, este simplemente se les va a otra de las tantas opciones que tendrá. Así que debe ser una relación armoniosa, de ganar-ganar.
Por lo tanto, como sociedad debemos velar porque nuestros gobiernos, y exigirles, apliquen políticas que incentiven la creación de empresas, y por lo tanto empleos, y la competencia entre estas. Así, los trabajadores resultarán beneficiados, y los que salen a buscar empleo, conseguirán más rápido.
Entonces, visto lo anterior, podemos preguntarnos: ¿Es justa y social la Justicia Social? Entendiendo esta como la serie de condiciones que impone el gobierno a la sociedad, y que pretenden dar "protección" al trabajador, creo que lamentablemente la respuesta es que no es justa. Es una imposición en la que a unos les hacen creer que ganan, cuando realmente son perdedores: los trabajadores, sus familias y la sociedad en general en el largo plazo.
Por lo tanto, ¿Cuál parece ser el arreglo que propicie una mayor "justicia social"? ¿Cuál es la mejor protección que podemos tener los trabajadores? ¿Cómo podríamos abonar para dar cumplimiento a esa sana petición que nos hace nuestro queridísimo San Juan Pablo Magno? Creo que la respuesta está en no más fallas de gobiernos, sino en propiciar un entorno en el que haya cada vez más y más acuerdos libres y voluntarios, y más y mejores opciones para que los trabajadores tengamos de donde elegir.
miércoles, 20 de julio de 2016
miércoles, 13 de julio de 2016
¡Pues que nos aumenten el salario!
Artículo publicado en El Clarín de La Victoria:
http://elclarinweb.com/opinion/rafael-avila-pues-que-nos-aumenten-el-salario
http://elclarinweb.com/opinion/rafael-avila-pues-que-nos-aumenten-el-salario
Rafael J. Avila D.
Es muy común escuchar que el
salario no nos alcanza para vivir… y es cierto: no nos alcanza para cubrir
nuestras básicas necesidades y menos para ahorrar persiguiendo alguna meta
familiar o de negocio.
Entonces, ¿Cómo lo resolvemos?
¿Qué garantiza que la remuneración que percibimos por nuestro diario esfuerzo,
nos alcance para cubrir nuestras metas personales y familiares?
Podría pensarse que una forma,
muy sencilla además, de resolver el problema que nuestro salario sea
insuficiente es que el gobierno decrete un aumento salarial en el mismo
porcentaje en que el costo de la vida suba. Es decir, por ejemplo: si la
inflación de un período determinado fuese 100%, entonces el gobierno con
simplemente decretar un aumento salarial del 100%, para el mismo período, haría
que mantuviéramos nuestra capacidad de compra. Ilustrémoslo con unos sencillos
cálculos:
Supongamos que sólo compramos un
único producto, cuyo precio sea 10 bolívares cada unidad, y que nuestro salario
inicialmente equivale a Bs. 1.000 mensualmente. Con estos datos nuestra
capacidad de compra mensual se traduce en 100 unidades de este producto. Dicho
de otra manera, mi salario sólo me permite adquirir 100 unidades al mes de
dicho producto.
Ahora imaginemos que el precio
del producto pasa de Bs. 10 a Bs. 20 en un período determinado, es decir, se da
una inflación de precios del 100%; se duplicó el precio. Esto hace que nuestra
capacidad de compra se reduzca a la mitad: ahora sólo puedo adquirir 50
unidades del producto al mes. Por lo tanto, para mantener mi capacidad de
compra sólo haría falta que el gobierno decretara un aumento del 100% de
nuestro salario, pasando este de Bs. 1.000 a Bs. 2.000 mensual, duplicándolo,
haciendo que nuestra capacidad de compra retorne a su posición inicial de
permitirme adquirir 100 unidades del producto.
A simple vista se ha resuelto el
problema, sencillamente. Pero es eso: a simple vista y a cortísimo plazo.
Hagamos algunas consideraciones a
ver si realmente se ha resuelto el problema, ya que es muy común escuchar esta
propuesta entre nuestros amigos, familiares y conocidos.
Lo primero es que realmente el
índice de inflación, o de variación de precios, que emite la autoridad
monetaria de cualquier país (por ejemplo un banco central) es una inflación que
es de todos y de nadie a la vez; es decir, se trata de la variación de un
precio promedio ponderado de una cesta de productos a los que se le sigue el
comportamiento, pero, como es de imaginarse, esa cesta de productos lo más
probable es que no coincida con la cesta de productos de cada uno de nosotros,
con nuestra individual o familiar cesta de consumo. Esto pasa con los
promedios, que son de todos y de nadie a la vez.
Por lo tanto, si el gobierno
aumenta el salario según ese índice de inflación, algunos estarán satisfechos y
otros no; a algunos su capacidad de compra más que se les repondrá, y a otros
no les alcanzará el nuevo salario.
Pero obviemos esta realidad, sobre
todo porque argumentaríamos que eso, el promedio, es mejor que nada.
Pero lo fundamental es que esa
muy sencilla propuesta no soluciona el problema realmente; sólo en un cortísimo
plazo, si acaso. Y la razón es porque el salario ahora más alto, a su vez
representa mayores costos para las empresas, es decir, se ha encarecido el
trabajo, por lo que las empresas tenderán lógicamente a trasladar esos mayores
costos a los precios de los productos que venden, causando un alza en los
precios, es decir, se materializa la inflación, se encarece la vida.
Otro efecto pernicioso de esto es
que al encarecerse el trabajo y las empresas no poder aumentar sus precios para
mantener rentabilidad, estas pierden estímulo a contratar más personas y al
contrario, tal vez tendrían que cargar con más trabajo a los empleados, en
busca de eficiencia, o peor, reducir personal materializándose el desempleo.
El aumento del salario por
decreto, muy probablemente termina causando desempleo y desestimulando la
contratación; o en el mejor de los casos, no hay despidos pero se alienta la
exigencia a los ya empleados.
Pero uno pudiera decir que para
evitar los despidos el gobierno reacciona decretando la inamovilidad laboral, o
sencillamente que no se pueda despedir a nadie. Esta decisión encarece aún más
al trabajo, desestimulando la contratación.
Como se ve, en el proceso a corto
plazo hay ganadores y perdedores: ganan los que ya están empleados, porque son
beneficiados y protegidos, pero pierden los que están buscando trabajo, los ya
desempleados. Ganan los ya empleados porque el gobierno obliga legalmente a que
las empresas les paguen más, pero pierden los que salen cada día a buscar
trabajo, pierden las empresas, y los que pretenden emprender y generar empleo,
son desincentivados. A largo plazo, perdemos todos.
Suelen verse los beneficios de
los que resultan favorecidos, pero son más difíciles de ver las consecuencias a
mediano y largo plazo.
Entonces, ¿no hay salida?
¿Viviremos eternamente en ese círculo vicioso inflación-caída del poder
adquisitivo-demanda de mejores condiciones salariales-aumento de
salario-inflación? La respuesta rápida es que no se puede vivir eternamente
así: más rápido que tarde, en este juego repetido, se llega a una situación de
cierre de empresas, elevado desempleo y muy alta inflación (esto se llama
estanflación).
La realidad es que hay una
noticia buena y una mala. La buena, es que sí hay salida; sí hay solución. La
mala, es que no es mágica la solución, ni es de un día para otro; no es
instantánea.
Lo primero es que se requiere
entender que los gobiernos no deben aplicar políticas inflacionarias, porque no
nos ayudan generándonos inflación por un lado y medio compensándonos por otro
lado con insuficientes decretos de aumento salarial, que a la larga no
resuelven el problema y son perniciosos como ya vimos. Una gran ayuda ya sería
que no generaran inflación, que no nos tumbaran nuestro poder adquisitivo
drásticamente afectando nuestra calidad de vida.
Pero esto requiere unas finanzas
públicas sanas y equilibradas, no deficitarias. Requiere que el gobierno
controle sus gastos, que no quiera gastar más de lo que le ingresa vía
impuestos. Y que si quiere gastar más, no cubra el déficit fiscal con impresión
de dinero o inflación (monetización del déficit). Si lo cubre con deudas, luego
hay que pagarlas, por lo tanto tarde o temprano se ve en la encrucijada de controlar
su gasto, aumentar impuestos o inflar la moneda. El camino sano sería controlar
su gasto (y para ello es fundamental que se dedique a lo que debe ser, que
economicistamente sería la provisión de bienes públicos, lo que reduciría su
tamaño y su gasto) y aumentar sus ingresos por impuestos, pero no subiendo las
tasas impositivas, pues eso lesiona la actividad económica y desestimula la
creación de empresas y puestos de empleos, sino generando un entorno económico
favorable al emprendimiento; es decir, no es aumentando la tasa impositiva sino
la base: que los ciudadanos y empresas se hagan prósperos y con ello, a una
misma tasa de impuesto, el gobierno reciba mayores ingresos.
Y allí tenemos otro dilema entre
el corto y largo plazo: lo sencillo es financiar el gasto público con emisión
monetaria, y lo pagamos todos con el impuesto inflación; lo sano es propiciar
el crecimiento económico y por ende el bienestar del ciudadano de a pie; pero
implica tiempo y muchos consensos.
Una vez recibida la gran ayuda
que representa que los gobiernos no inflen la moneda, la tarea se completa
propiciando que mucha gente quiera emprender, montar empresas. Es decir, que
haya muchas empresas buscando trabajadores.
Un rasgo de las crisis es que hay
pocos puestos de trabajo para muchas personas queriendo trabajar; situación que
pone en desventaja al trabajador frente a la empresa, por lo que para que todos
estemos empleados deberíamos estar dispuestos a aceptar un menor salario, y a
soportar escasos beneficios laborales y hasta tratos no acordes con nuestra
dignidad humana. Si ese salario al que todos estaríamos empleados es menor que
el salario mínimo que legalmente se debe pagar, se genera una situación en la
que muchos trabajadores ofrecen su trabajo y pocas empresas están dispuestas a
contratar; es decir, más personas buscando trabajo que empleos disponibles.
Esto se llama desempleo.
La verdadera solución y verdadera
protección del trabajador en el tiempo, no es vivir en crisis y obligar a las
empresas a darles beneficios que nunca serán suficientes para paliar los
embates de la inflación; la verdadera protección es que haya un entorno
económico que propicie el crecimiento, la creación de muchos más puestos de
trabajo, muchas empresas demandando personas para que trabajen en ellas, y en
esa situación más ventajosa, los trabajadores exigiremos mejores beneficios y
contrataremos con aquella empresa que mejor oferta nos haga.
Por lo menos estos rasgos debe
tener un entorno económico que propicie el crecimiento: Estado de Derecho,
respeto a la propiedad privada, seguridad jurídica y personal, y muy baja
inflación. Esto es fundamental para que se incentive la instauración de
empresas y creación de muchos puestos de trabajo, que es lo que al final todos
los trabajadores necesitamos: no me generes inflación, que yo negocio mis
beneficios.
@rjavilad
rjavilad@gmail.com
www.rafael-avila.net
domingo, 15 de mayo de 2016
Entrevista en el Diario El Universal (domigo, 15-mayo-2016)
Para acceder a la entrevista, haga click aquí.
Ayudan a familias a sobrellevar enfermedades discapacitantes
El Instituto Tobías forma a cuidadores de pacientes con alzheimer y autismo
DELIA MENESESCuando en el núcleo familiar hay una persona con alguna enfermedad crónica discapacitante que la hace dependiente, la mayoría de las veces sus parientes carecen de las herramientas necesarias para llevar adelante el cuidado sin que se convierta en una carga dramática.
Conscientes de esta realidad, Gisela López y Enza Mastropietro crearon la asociación civil sin fines de lucro Instituto Tobías que, aunque viene trabajando desde hace tres años, acaba de cumplir un año de haberse constituido jurídicamente.
En las reuniones que realizan con familias que tienen pacientes con alzheimer o niños con autismo se pone en evidencia la necesidad de información y el alivio y la gratitud que sienten cuando reciben una primera orientación.
"Es necesario organizarse, hacer cambios en la comunicación y en la rutina diaria y esa información generalmente no la ofrece el médico tratante", dice Mastropietro, psicóloga clínica y directora del Instituto Tobías.
En el caso de personas con alzheimer, ya sea que estén recluidas en una entidad de atención o que los cuiden en casa, lo que acelera la evolución de la enfermedad es la pasividad y la ausencia de estimulación.Es por esto que el instituto ha venido realizando ciclos de talleres para explicar la importancia de la estimulación cognitiva pues el paciente con alzheimer necesita tener momentos nutritivos y acompañamiento inteligente, explica López, profesora universitaria y doctora en Filosofía, quien decidió fundar esta asociación luego de su experiencia al tratar a su madre diagnosticada con alzheimer.
Entre sus diferentes servicios, el Instituto Tobías ha llegado a más de 250 personas y este año espera duplicar el número de atendidos pues han ampliado la oferta.
La asociación viene formando a monitores geriátricos de familia, una figura que no existía en el país y que se encarga de guiar el proceso de una familia que tenga algún integrante con alzheimer. En la medida de las posibilidades, pues se está conformando el equipo, van a las casas, ofrecen asesoría y sesiones, de 30 minutos a 1 hora, con el paciente para mantener algunas de sus funciones cognitivas.
Además se dictan cursos, dirigidos a psicólogos, para profundizar en el tema de las evaluaciones neuropsicológicas a fin de realizar diagnósticos más precisos.
López resalta la importancia de que la familia trabaje como un equipo, "aunque siempre hay alguien que le toca más directamente la responsabilidad de cuidar a la persona, todos tienen que darle soporte al ser querido que está enfermo, dar lo mejor de nosotros mismos y poner ese aporte no desde el reproche sino desde la generosidad. Reajustar la dinámica en favor de esa persona, pues cuando hay situaciones de este tipo el conflicto familiar está en todas las esquinas".
Mastropietro informó que se abrió un nuevo ciclo de talleres que se llevará a cabo en la sede del instituto en La Floresta. El próximo sábado 21 de mayo será el acercamiento al deterioro neurocognitivo, demencia, alzheimer. El 28 de mayo, el 4 y 11 de junio se orientará a las personas en la tarea de cuidar al familiar dependiente desde un enfoque que respete su dignidad de ser humano.
Los sábados 2 y 9 de julio se abordará el tema de la estimulación cognitiva. Las inscripciones están abiertas para participar en estos talleres que se dictarán los sábados en horario matutino, a familiares y cuidadores de personas con alzheimer. Los interesados pueden escribir a institutotobias@gmail.com o llamar al 0212 832 6127. Twitter: @tobiasinstituto.
Rafael Ávila, director financiero del Instituto Tobías, explicó que la asociación trabaja para que el modelo sea sustentable en el tiempo, a través de la autogestión, de donaciones y la realización de alianzas con otras instituciones.
sábado, 16 de enero de 2016
Suscribirse a:
Entradas (Atom)