miércoles, 20 de julio de 2016
miércoles, 13 de julio de 2016
¡Pues que nos aumenten el salario!
Artículo publicado en El Clarín de La Victoria:
http://elclarinweb.com/opinion/rafael-avila-pues-que-nos-aumenten-el-salario
http://elclarinweb.com/opinion/rafael-avila-pues-que-nos-aumenten-el-salario
Rafael J. Avila D.
Es muy común escuchar que el
salario no nos alcanza para vivir… y es cierto: no nos alcanza para cubrir
nuestras básicas necesidades y menos para ahorrar persiguiendo alguna meta
familiar o de negocio.
Entonces, ¿Cómo lo resolvemos?
¿Qué garantiza que la remuneración que percibimos por nuestro diario esfuerzo,
nos alcance para cubrir nuestras metas personales y familiares?
Podría pensarse que una forma,
muy sencilla además, de resolver el problema que nuestro salario sea
insuficiente es que el gobierno decrete un aumento salarial en el mismo
porcentaje en que el costo de la vida suba. Es decir, por ejemplo: si la
inflación de un período determinado fuese 100%, entonces el gobierno con
simplemente decretar un aumento salarial del 100%, para el mismo período, haría
que mantuviéramos nuestra capacidad de compra. Ilustrémoslo con unos sencillos
cálculos:
Supongamos que sólo compramos un
único producto, cuyo precio sea 10 bolívares cada unidad, y que nuestro salario
inicialmente equivale a Bs. 1.000 mensualmente. Con estos datos nuestra
capacidad de compra mensual se traduce en 100 unidades de este producto. Dicho
de otra manera, mi salario sólo me permite adquirir 100 unidades al mes de
dicho producto.
Ahora imaginemos que el precio
del producto pasa de Bs. 10 a Bs. 20 en un período determinado, es decir, se da
una inflación de precios del 100%; se duplicó el precio. Esto hace que nuestra
capacidad de compra se reduzca a la mitad: ahora sólo puedo adquirir 50
unidades del producto al mes. Por lo tanto, para mantener mi capacidad de
compra sólo haría falta que el gobierno decretara un aumento del 100% de
nuestro salario, pasando este de Bs. 1.000 a Bs. 2.000 mensual, duplicándolo,
haciendo que nuestra capacidad de compra retorne a su posición inicial de
permitirme adquirir 100 unidades del producto.
A simple vista se ha resuelto el
problema, sencillamente. Pero es eso: a simple vista y a cortísimo plazo.
Hagamos algunas consideraciones a
ver si realmente se ha resuelto el problema, ya que es muy común escuchar esta
propuesta entre nuestros amigos, familiares y conocidos.
Lo primero es que realmente el
índice de inflación, o de variación de precios, que emite la autoridad
monetaria de cualquier país (por ejemplo un banco central) es una inflación que
es de todos y de nadie a la vez; es decir, se trata de la variación de un
precio promedio ponderado de una cesta de productos a los que se le sigue el
comportamiento, pero, como es de imaginarse, esa cesta de productos lo más
probable es que no coincida con la cesta de productos de cada uno de nosotros,
con nuestra individual o familiar cesta de consumo. Esto pasa con los
promedios, que son de todos y de nadie a la vez.
Por lo tanto, si el gobierno
aumenta el salario según ese índice de inflación, algunos estarán satisfechos y
otros no; a algunos su capacidad de compra más que se les repondrá, y a otros
no les alcanzará el nuevo salario.
Pero obviemos esta realidad, sobre
todo porque argumentaríamos que eso, el promedio, es mejor que nada.
Pero lo fundamental es que esa
muy sencilla propuesta no soluciona el problema realmente; sólo en un cortísimo
plazo, si acaso. Y la razón es porque el salario ahora más alto, a su vez
representa mayores costos para las empresas, es decir, se ha encarecido el
trabajo, por lo que las empresas tenderán lógicamente a trasladar esos mayores
costos a los precios de los productos que venden, causando un alza en los
precios, es decir, se materializa la inflación, se encarece la vida.
Otro efecto pernicioso de esto es
que al encarecerse el trabajo y las empresas no poder aumentar sus precios para
mantener rentabilidad, estas pierden estímulo a contratar más personas y al
contrario, tal vez tendrían que cargar con más trabajo a los empleados, en
busca de eficiencia, o peor, reducir personal materializándose el desempleo.
El aumento del salario por
decreto, muy probablemente termina causando desempleo y desestimulando la
contratación; o en el mejor de los casos, no hay despidos pero se alienta la
exigencia a los ya empleados.
Pero uno pudiera decir que para
evitar los despidos el gobierno reacciona decretando la inamovilidad laboral, o
sencillamente que no se pueda despedir a nadie. Esta decisión encarece aún más
al trabajo, desestimulando la contratación.
Como se ve, en el proceso a corto
plazo hay ganadores y perdedores: ganan los que ya están empleados, porque son
beneficiados y protegidos, pero pierden los que están buscando trabajo, los ya
desempleados. Ganan los ya empleados porque el gobierno obliga legalmente a que
las empresas les paguen más, pero pierden los que salen cada día a buscar
trabajo, pierden las empresas, y los que pretenden emprender y generar empleo,
son desincentivados. A largo plazo, perdemos todos.
Suelen verse los beneficios de
los que resultan favorecidos, pero son más difíciles de ver las consecuencias a
mediano y largo plazo.
Entonces, ¿no hay salida?
¿Viviremos eternamente en ese círculo vicioso inflación-caída del poder
adquisitivo-demanda de mejores condiciones salariales-aumento de
salario-inflación? La respuesta rápida es que no se puede vivir eternamente
así: más rápido que tarde, en este juego repetido, se llega a una situación de
cierre de empresas, elevado desempleo y muy alta inflación (esto se llama
estanflación).
La realidad es que hay una
noticia buena y una mala. La buena, es que sí hay salida; sí hay solución. La
mala, es que no es mágica la solución, ni es de un día para otro; no es
instantánea.
Lo primero es que se requiere
entender que los gobiernos no deben aplicar políticas inflacionarias, porque no
nos ayudan generándonos inflación por un lado y medio compensándonos por otro
lado con insuficientes decretos de aumento salarial, que a la larga no
resuelven el problema y son perniciosos como ya vimos. Una gran ayuda ya sería
que no generaran inflación, que no nos tumbaran nuestro poder adquisitivo
drásticamente afectando nuestra calidad de vida.
Pero esto requiere unas finanzas
públicas sanas y equilibradas, no deficitarias. Requiere que el gobierno
controle sus gastos, que no quiera gastar más de lo que le ingresa vía
impuestos. Y que si quiere gastar más, no cubra el déficit fiscal con impresión
de dinero o inflación (monetización del déficit). Si lo cubre con deudas, luego
hay que pagarlas, por lo tanto tarde o temprano se ve en la encrucijada de controlar
su gasto, aumentar impuestos o inflar la moneda. El camino sano sería controlar
su gasto (y para ello es fundamental que se dedique a lo que debe ser, que
economicistamente sería la provisión de bienes públicos, lo que reduciría su
tamaño y su gasto) y aumentar sus ingresos por impuestos, pero no subiendo las
tasas impositivas, pues eso lesiona la actividad económica y desestimula la
creación de empresas y puestos de empleos, sino generando un entorno económico
favorable al emprendimiento; es decir, no es aumentando la tasa impositiva sino
la base: que los ciudadanos y empresas se hagan prósperos y con ello, a una
misma tasa de impuesto, el gobierno reciba mayores ingresos.
Y allí tenemos otro dilema entre
el corto y largo plazo: lo sencillo es financiar el gasto público con emisión
monetaria, y lo pagamos todos con el impuesto inflación; lo sano es propiciar
el crecimiento económico y por ende el bienestar del ciudadano de a pie; pero
implica tiempo y muchos consensos.
Una vez recibida la gran ayuda
que representa que los gobiernos no inflen la moneda, la tarea se completa
propiciando que mucha gente quiera emprender, montar empresas. Es decir, que
haya muchas empresas buscando trabajadores.
Un rasgo de las crisis es que hay
pocos puestos de trabajo para muchas personas queriendo trabajar; situación que
pone en desventaja al trabajador frente a la empresa, por lo que para que todos
estemos empleados deberíamos estar dispuestos a aceptar un menor salario, y a
soportar escasos beneficios laborales y hasta tratos no acordes con nuestra
dignidad humana. Si ese salario al que todos estaríamos empleados es menor que
el salario mínimo que legalmente se debe pagar, se genera una situación en la
que muchos trabajadores ofrecen su trabajo y pocas empresas están dispuestas a
contratar; es decir, más personas buscando trabajo que empleos disponibles.
Esto se llama desempleo.
La verdadera solución y verdadera
protección del trabajador en el tiempo, no es vivir en crisis y obligar a las
empresas a darles beneficios que nunca serán suficientes para paliar los
embates de la inflación; la verdadera protección es que haya un entorno
económico que propicie el crecimiento, la creación de muchos más puestos de
trabajo, muchas empresas demandando personas para que trabajen en ellas, y en
esa situación más ventajosa, los trabajadores exigiremos mejores beneficios y
contrataremos con aquella empresa que mejor oferta nos haga.
Por lo menos estos rasgos debe
tener un entorno económico que propicie el crecimiento: Estado de Derecho,
respeto a la propiedad privada, seguridad jurídica y personal, y muy baja
inflación. Esto es fundamental para que se incentive la instauración de
empresas y creación de muchos puestos de trabajo, que es lo que al final todos
los trabajadores necesitamos: no me generes inflación, que yo negocio mis
beneficios.
@rjavilad
rjavilad@gmail.com
www.rafael-avila.net
Suscribirse a:
Entradas (Atom)