domingo, 30 de junio de 2013

Por qué una moneda vale más que otra

Rafael J. Avila D.



El valor de una moneda no está en sí misma, ni en su denominación, ni en la cantidad de ceros que tenga impresa. Si agarramos un billete, cualquiera que sea, y nos ponemos a detallarlo, veremos que es un simple trozo de papel, con alguna imagen, posiblemente de un prócer o algún símbolo patrio, con sus particularidades y condiciones de seguridad, para hacerlo verdadero y válido, pero simplemente, un trozo de papel con muy poco valor en sí mismo.

Entonces, ¿Dónde está el valor de una moneda?, ¿Dónde reside lo preciada que pueda ser?

Antes de tratar de responder a estas interrogantes, tomemos consciencia de las condiciones que deben cumplir una moneda, para que pueda ser considerada y valorada como tal.

Los intercambios son parte de la vida del ser humano, desde que éste está sobre la faz de la Tierra. Intercambiar unos bienes por otros, es una actividad natural. Así desde sus orígenes, el ser humano ha intercambiado, por ejemplo, vestido por alimento, alimento por armas, trabajo por alimento, e innumerables cosas más. Como es fácil de imaginar, todos los intercambios comenzaron siendo por medio del trueque; es decir, el intercambio directo de un bien por otro, hasta que, en tiempos muy remotos ya, hizo aparición la moneda.

Moneda han sido algunos metales preciosos, como el oro y plata, y hasta en ciertos momentos, y hasta en crisis, moneda han sido la sal, el cacao, el tabaco y hasta los cigarrillos. La aparición de la moneda, también fue natural, espontánea, y así también su desarrollo, hasta la moneda como la conocemos hoy. Y nacen las monedas por la necesidad de facilitar los intercambios.

Aclaremos esto con un ejemplo: imaginemos que los intercambios son por medio del trueque, y que yo sólo poseo una vaca para poder intercambiar, y que necesito adquirir una camisa. Entonces me dirijo al mercado del pueblo con mi vaca (desde tiempos inmemoriales y por un largo período, los pueblos tenían días fijos para intercambiar, los días de mercado). Asumiendo que ese mismo día coincide en el mercado alguien que quiere vender una camisa, nos encontramos para intercambiar. Si la camisa vale mucho más para mí que lo que para mí vale mi vaca, y si para el potencial comprador la vaca vale más que lo que para él vale su camisa, el intercambio se hará de inmediato. Pero si para mí la vaca vale mucho más que la camisa (que es lo más probable que pase), el trueque no se efectuará de forma expedita. Habría que negociar. Si por ejemplo el comprador de la vaca (que es el vendedor de la camisa) y yo conviniésemos en que mi vaca equivale a 20 camisas, ya el valor se definió, pero queda un detalle: tal vez yo no quiera 20 camisas, y más grave aún, sólo tengo una vaca para intercambiar pero... ¿cómo fracciono la vaca? Yo tendría que entregar un veinteavo de mi vaca por una camisa. El problema que tengo reside en que al fraccionar la vaca, la pierdo completa. Tendría que intercambiar, casi de inmediato, los diecinueve veinteavos restantes por otros bienes que además en ese momento yo sienta que necesito, de modo de no perder mi vaca.

Dada esta complicación, el mundo se inventó la moneda; es decir, algo que pueda cumplir con las condiciones de que pueda ser fraccionable, fácil de portar o trasladar, no perecederas, fáciles de acumular, y que sea valorada por muchas personas.

Y esto último, es nuestro tema. Entonces, ¿Dónde está el valor de una moneda? ¿Qué hace que las personas las valoremos?

El valor de una moneda reside en su poder de compra, en su capacidad de ser canjeada por bienes y servicios. Nadie consume, en su sano juicio, a la moneda; más bien la intercambiamos por cosas, por bienes, por alimentos, por vestido y calzado, por maquinarias y equipos, por vehículos, por servicios, entre tantas otras cosas, o la atesoramos, la ahorramos o invertimos, para consumos futuros. Entonces, en la medida que un billete o moneda de una determinada denominación, podamos canjearla por mayor cantidad de algún bien o servicio, pues mayor será su valor. Y en la medida en que esa capacidad de compra se preserve en el tiempo, más valdrá esa moneda, o esa moneda mantendrá su fuerza, su poder. Dicho de otra forma, en la medida en que ese poder de compra se pierda más rápidamente en el tiempo, menos valía tendrá para nosotros esa moneda. Al final, la gente prefiere las monedas que mejor preserven en el tiempo, el valor del fruto de su esfuerzo, de su trabajo diario.

En la medida en que se inyectan más billetes y monedas al torrente sanguíneo de la economía, para una determinada cantidad de bienes y servicios disponibles en la economía, cada unidad de esa moneda podrá adquirir menos cosas. Por lo tanto, la inyección de moneda, sin respaldo en producción de bienes o servicios, es decir, la inflación, se refleja en un aumento de los precios en la economía, o dicho de otra forma, en una reducción del poder de compra de dicha moneda, afectando evidentemente nuestro nivel de vida.

Por ejemplo: supongamos que en toda la economía disponemos de Bs. 1.000, y que en toda la economía hay sólo 1.000 unidades de un único producto disponibles para ser adquiridas. Si esto es así, entonces el precio de cada unidad de producto será Bs. 1 (de dividir Bs. 1.000 por 1.000 unidades). Si ahora el Banco Central inyecta Bs. 1.000 adicionales a la economía, y no ha aumentado la producción, entonces el nuevo precio sería Bs. 2 (de dividir Bs. 2.000 por 1.000 unidades). Antes de la inyección de nueva moneda (inflación), cada unidad de la moneda, es decir, cada Bolívar compraba 1 unidad de producto; y ese era su valor. Ahora, luego de la inflación, cada Bolívar compra ½ unidad de producto; dicho de otra forma, la moneda ha visto reducir su valor a la mitad.

De aquí lo importante de que tomemos consciencia de lo corrosivo que es la inflación.

Finalmente, ¿Por qué una moneda vale más que otra? Porque un billete de una determinada denominación, puede ser canjeado por más cosas que lo que puede un billete de igual denominación de otra moneda; y además, pierde más lentamente este valor en el tiempo.

1 comentario:

Ing. Richard (Venezuela) dijo...

buen articulo...recomendado para un publico que vive la enfermedad pero que a pesar de haberla diagnosticado no sabe que es NI COMO SE CURA

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